lunes, 2 de marzo de 2009

La ruptura del escritor (RAZÓN DE SER POETA)

Publicado en / EL IMPARCIAL/Oaxaca, 2009



¿Qué hice después de levantar uno a uno los cachitos de porcelana? -No podemos vivir rodeados de muertos y de muerte- escribí. Tantas creaturas que andan merodeando y yo con un cristal en la mano: viendo si me corto o me vuelvo espejo inamovible. ¡Tanta vida en desmemoria! Vale escribir por los ciegos: ser por un día la no-situación ideal, el no-aparador sin arrugas en la cara, la no-modelo de ojos azules y 1.90. Hoy me di cuenta; el lenguaje poético (extasiado) hunde a la hipocresía en silencio: la danza baila sola y el nido nace poco a poco. En ausencia todo recuerda otras vidas. De ahí que, la nostalgia, sea una virtud por excelencia. Se vale morir de nuevo, se vale llorar cuando uno orgasmea su cuerpo y abandona el tiempo unos segundos. Decir no puedo es el valor más bello. Hoy me di cuenta que si no me humillo, empiezo a ser un semi-Dios-humano y de pronto me castiga el sol: no de miedo, sino de no poder con tanta inmensidad, que ya es de por sí un frasco vacío, un lugar que da cabida a la resurreción de mi yo-poeta-maldito. Por eso verás, mi cuerpo actual recoge sus millones de arterias e iza un nuevo refrán: me es necesaria la ruptura (aunque a la gente no le guste); aunque allá fuera quieran tu cara de porcelana irrompible. Me vale madres lo que diga la dichosa sociedad: llorar es de santos, transparentes y nobles. Desgarrarse es humano, es el principio del perdón.

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