Tengo un vino en la mano, una sed de sangre y una angustia de cederme.
Cada gota aflora una tarde sobria: me da miedo marcharme. Te habla ahora el hallar de la tierra, la neivana corazonada de un abismo y más. Te habla la noche del temor, como algo que sucede lentamente; se me caen las manos, veo mi teclado estático, viscoso en la nostalgia del recuerdo hacia mañana.
¿No será esta última palabra, un torrente al final viéndonos despiertas? Hablo claramente a mi guarida, un vestido azul que desgarré ayer, lleno de besos e inundado en la marea (mi suspiro era azul turbio; color de todos mis alientos). Muerta desperté en estos poemas: a capite ad calcem
Se vio el comienzo y el ocaso del tiempo: te conocí ayer. Tu morada fue un canto “aquí se vive”: un río entre las nubes, el cielo como tiempo. Todo el día perecía frente a la pradera de tus ojos: porque así canta el amor cuando se marcha. Extrañaré tu sexo, me recuerda que dice: bienvenido tu cuerpo. Cientos, miles de brindis: en mi copa huelo, un sentir callado, como agua, gota calmada y lloro.
Agua entonces, la lluvia me decía: “Vive”: marcha la demencia y acaso este tragar las aguas escupirá tu sed: me da coraje el masoquismo; espejismo su visión, tenía fecha de ser don nadie; tatuaje de tu piel, absorto en tu venir de gritos: clímax a mitad de vela, solía hacerte el amor a tientas; pasión incontrolable de momentos, demente lloro.
Mira, que ya el paisaje se amontona. Estoy a dos de caerme despierta y soñarte: el vino me hace ruido en tu boca, , tengo que marcharme. Es como si contemplara el cielo, y la misma pradera me hubiera reclamado esas fechas de ser don nadie. Lloro, pero con ese abismo me marcho, tu vestido azul y mi nostalgia eran puro pretexto. Sabes que la angustia de quedarte en mi lengua era para siempre: Te amo, demente lloro.
2 comentarios:
Gracias por escribir esto, retrata bastante,- lamento ser cursi-, lo que siento.
anónima: Martha
¿qué sientes?
Publicar un comentario