domingo, 26 de abril de 2009

Discurso a la “Jacques Derrida”


Y creo que por esto me he vuelto a enamorar de ti. A través de la lupa de un filósofo, que al igual que yo, valora el sentido de la de-construcción en sí:


Tú mujer, que has hecho sentir mi lejanía (o tu lejanía: todavía indescifrable). Te creo capaz, ciega y mortal (de lo que se me presenta), con la vista a la obstinación; y por consiguiente, al contenido de la misma cosa: la verdad.

Hoy me has dicho: “salgo con alguien más” y como enigma velado a la proximidad, me abro y doy lugar a la verdad. Mujer, me separo de ti para encontrar un infinito sosiego, una separación de nuevo, (suponiendo que lo adherible no tenía remedio). La negación pasada (objeto de una decadencia, de nuevo adherible): lo que más quería estaba fuera de ti. Busqué distancia, para separarme de eso mismo que atestaba.

Y ahora, en lenguaje de los filósofos; un actio in distans, nace un descompuesto contra la fascinación: no te tengo, y experimento un enigma velado, que da lugar a toda clase de celos indescifrables (que nunca tuve en momentos adheribles, nunca soñé, nunca creí). Y antes que eso, (el celo como resultado de…) me enamoré de nuevo y en mis noches lloro, me des-habitabo, extraño (del sufijo no-tener).

La abertura da lugar a la verdad, y tú mujer, separas de ti misma un nombre. Porque…no te has dejado seducir de un de-compuesto; y porque además, soy incapaz de pronunciar el mundo real. Y tú, eras real, mujer de nombre. Contra ti misma te retengo, si no me creyera capaz, llegando el caso de utilizar un puñal. No entiendo el amor, más que ahora (nunca supe, más que hoy).

Pregunto si todos los poetas fueron éstos, y si otros, seguirán después que esto: no-realismo: pronunciando palabras amorosas en descenso; ciegos, una clase de artimaña utilizada en el lenguaje del silencio (no-amar). Cosas a distancia. ¿De qué? Si esta soledad fuera la única real, sería capaz de construir un lenguaje verdadero, (para y desde) nosotros mismos? Pharmmarkon (en udati graspei) “El espolón”así diría Derrida, que protege contra la amenaza, ciega y mortal (de lo que se me presenta a distancia): soledad. La cosa misma, la verdad: amor. ¿y si tú mujer, fueras sólo esta idea? No entiendo entonces a la vida.

¿Cómo es posible amarte en acto distante, y que tu voz sea fascinante, cuando me has dicho en realidad “estoy con otra” Decir que la única lengua que hablo no es la mía, es como afirmar que he amado fuera del amor: contradicción. Esta ley, antagónica desde el momento mismo en que se mantiene (antinomia…que no he podido descifrar). División; por ello se escribe, tal vez como se sueña escribir; amor, tal vez por ello se ama como se sueña amar. Entonces necesitaría alguien que me recordara quién soy (porque es claro que ahora no-soy, y mantengo la razón de mi otra vida).

Tal vez tú, en tu no-dejarte seducir, me recuerdas quién soy. Y tal vez por eso cobra sentido mi pertenencia (un nombre cualquiera); una doble negación: no te amo cuando estás, te amo cuando no estás. Es decir, soy yo cuando detesto la idea de amarte cuando no estás; me doy cuenta de lo mucho que me recuerdas a mí misma: este poeta que sueña amar (solamente…el barco buscando el mar).

Derrida contesta al monolingüe que ha asumido (aparente contradicción) “ No tengo más que una lengua, no es la mía.” Y, aún, o además: “Soy monolingüe”
que,
no hay para él más que lenguas de llegada, — no logran lograrse, habida cuenta de que ya no saben de dónde parten, a partir de qué hablan y cuál es el sentido de su trayecto. Lenguas sin itinerario, y sobre todo sin autopista de no sé qué información… Esta situación excepcional es al mismo tiempo ejemplar, ciertamente, de una estructura universal; representa o refleja una especie de “alienación” originaria que instituye a toda lengua como lengua del otro: la imposible propiedad de una lengua.

A lo que resumo en debida cuenta, haciendo similitud con el lenguaje del amor, que, la imposibilidad de amarte a cercanía y la posibilidad de amarte en soledad, constituye una doble negación, y una consolidación más cercana al concepto de “mi yo”: la alienación originaria de mí misma: no sé, y nunca he sabido amar. No sé del poeta, (aunque de repente me pareció) que todos somos unos hijos de la chingada.

Disculpa, y tal vez algún día (mi barco navegue en alta mar).

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