Me ha envejecido el sol. Has tocado mi espalda y he vuelto por el mismo rumbo: una pequeña escuadrilla de mármol. Llévame a la tierra. Llévame al corazón más íntimo del sol donde pueda calentar mis manos. Mi amante lejos, mi hogar perdido, mi sueño truncado. Mírame y dime si ves los ojos de una niña que apenas corría entusiasmada por perseguir una escalera. Mira si el sueño de princesas ha quedado exclusivo a la burguesita aquella de caireles y piel bronceada. Dime qué clase de ensueño, qué encabronamiento toca el suelo y enajena con bruces mi espalda contra tu cuerpo. Dime qué clase de juego es que estemos trabajando y no hagamos nada más que mirar el tiempo. La verdad que todo es polvo. Dime qué es la realidad sino el sueño mismo de toparnos con la misma piedra y vestirnos de reflejos.
Me ha rejuvenecido el tiempo. Deseaba que me amaras. Deseaba todo menos sexo. Que nos viéramos un momento y sonriéramos a través de los espejos que dicen conocernos. Has salvado un día de tanto sufrimiento. “Ven y busquemos oro”. “Ven y busquemos una monedita” “Mi hijo es todo”. Se me olvidó decirte que busco la inocencia en lo más recóndito. Cuando pienso en incorporarme ya estoy vertiendo un vuelo. Cualquiera pues, desde un ínfimo hilo que conectará nuestras vidas. Ya verás. Bienvenida a mis ojos.
1 comentario:
Exquisita prosa poética.
Saludos...
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