lunes, 12 de octubre de 2009

Fons et.origo 3

Para que descendamos a nuestras palabras, es necesario pensar en colores que se contradigan: la lluvia convalece cuando al fuego arden mis labios; a los tejados se les oye tirar cientos de piedras ¿o serán estelas de agua cayendo lentamente con los años? El cielo es un azul de primavera, pero luce obscuro por un chubasco que inundaron mis manos. He hecho como decía mi madre: “llora sólo cuando yo me muera”. Quizás mis ojos vieron distraídos y pensaron librarse de su peso involuntario. Dejo que la noche sienta hoy por mí, con todo y sus pies largos de memorias y sueños contraídos. Pienso en fundir mi cuerpo con la lluvia y ser esa gota que rocía la tierra. Mañana, pasará la conciencia de una tiernísima nostalgia…

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