lunes, 15 de marzo de 2010

La voz de tu defensa

Madre.



Me como las uñas. Le hablo a las flores. Censuro mis dientes.
Presa con tus ojos dulces de miel, tus manos soñadoras.
Soy un dátil de tardes calurosas, un gaje de locura.
El miedo me da por momentos placer, a veces me pone pálida.
La culpa me hace ser hombre y a veces marea.

Hoy dije: “nací en todos los sitios de mi madre”.
El frío es un ardor de pecho erecto y la nostalgia es una sopa cálida.
Por el sexo de mis padres es que vivo
vivo como árbol. La raíz me nace en el cordón umbilical.
Tu sonrisa es mi universo donde caminé airado y luego vi el cielo estremecerse.

A Dios le pedí hacer magia, revivir la aflicción del universo,
hasta que no quedara un pedazo de pan que no pudiésemos comer.
A Dios le pedí que los corderos callaran,
le rogué por las lenguas muertas.
Pedí luciérnagas de cuna y un trinitario en mi bolsillo.

Mujer y tortura
Con los años has sido el mar donde me sueño incansable
recuerdos y una cimiente de amnesia. Un zafiro tan tierno,
que una llaga, una plaga, envuelven mis aspas de astucia
y un mirar sencillo perdona. Una sonrisa revela.

Va saliendo tu soledad.
Descubro entre mis pesadillas que amatistas la herida del mundo.
Un impenetrable olor a bosque, un libro blanco de letras inmunes
/ventana de vieja caligrafía/
El ciclo tiene que vencerse. El eslabón encontrarse. La vida reinventarse.

Ve con tu paraguas. Tu charco de sangre es un ayer de lluvia.
Ve con tus muñecas. Mis gritos de ebriedad confunden tu inocencia.
Ve por la catástrofe de riel. El primer relámpago de mi poesía.

Palabra por palabra
Sonido por sonido
Vuelve

Hay que reírnos de las sombras.
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