miércoles, 9 de septiembre de 2009

Mi oficina de los Doradores

Cual Pessoa, escribiendo detrás de un escritorio y llorando de anhelos:
Situada en la calle Hong Kong, en el barrio de Belgrano, a unos pocos metros del hangar chino, frente a la estación de comisarios, junto a una tienda deportiva (línea Massi, River y Boca) y otra fachada de familia aristocrática; se ubica el complejo HP.

Afuera, los perros pasean 8:30am. Van en grupos de 20 o 25, conducidos por un achichincle encargado de orearlos. A las 9 en punto se empieza a trabajar. El tedio es enorme. Te recibe una triste señorita: Buen Día, el que sigue: Buen Día. Se va por un café descafeinado, espresso, dulce, largo. No existe el americano y sin azúcar.

Llega la hora de comer: 3 en punto. El tedio aumenta después de una conversación abierta con signos de interrogación. No hay más: hombría por un lado, y mujeres por otro. “Vos te diría una cosa, si no fuera porque está aquí Arianna”. Pues qué carajos, ni me importa. Como ven, salgo sobrando…(dejemos la discusión del machismo para otro día).

Me duelen los dientes. Quemé mis labios con un pastel de bife. Esta narrativa no funciona cuando quiero bifurcar (así, con doble negación):
“Me haces falta aunque tengo atestado el corazón” Esta vez, por puro tedio y porque he querido llorar intensamente (imaginé que en plena junta tiraría la toalla). Extraño la melancolía del roble (el salón de juntas se llama Roble, irónico, se llama R-O-B-L-E). “Basta decir, que ocupas cada sitio que respiro”. La computadora huele a hierbas, vegetación, pronto a agua, ríos cableados, playa, mar, desierto, nube, letra h-silencio.

Aquí no hay vahos; baches de tiempo. El supply chain tiene la siguiente lógica; el costo de la libertad se paga bajo un precio: el tedio. Mi lágrima recorre cada uno de los relojes de arena. 3:35 apenas. A las 6 salgo y tropiezo con la piedra: Piedra, te amo. Me he enamorado del epicurio solitario. Río de cables, te amo.

Sobreguez (sobriedad y vejez). Agua, me haces falta. ¿Leíste alguna vez la lluvia? Esa carta que mandé en forma de metáfora: inundaciones en sequías. Si la nostalgia tuviera forma de humo. Veo un teclado y unos cuantos ingenieros. Como diría Ruso:“Así funciona el mundo; así las cosas” en HP, Bs. As.

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