Amor, mi corazón en Bogotá, Colombia:
IAGC
............................................................
Desde que nublas mi vista con perfumes de amapola, desde lo más hondo de mi, que es la huída de mi voz y un ejército de soledades;
No lloro más
Caminando, ahogando tu imagen y mi boca gritando los silencios cuando despierto solitaria en sombras, hasta morir conmigo, o quizás de todo;
Titubeando, venciendo el fuego que grita llorando entre mis labios dormidos, de una parte que siente las horas muertas, las manos frías, la otra orilla que es borrasca en espacio entrante;
No lloro más
Desde que vacilo por un anhelo, una quimera, y luego a veces, voy rastreando mi pupilas con tus huellas, un suelo sórdido como lluvia sin trueno, un desierto ansioso a sus arrugas, mar de lenta erosión;
Tocando imágenes opuestas: el aire duele, el cuerpo tiránico no cede, inmóvil busca un destierro entre viñedos, una gota de sangre que escape al mundo, para perderme de ellos y encontrarme contigo;
Alcanzando el mar de tu piel y enredando cada ola para regresar a la espuma de tu sexo, hasta prolongar un orgasmo que olvide el tiempo, el acto disipado, el oído del mundo;
No lloro más
Haces que desde aquí, la impasible alma contenga mi cuerpo, que combate contra deseos mundanos, tocando y viendo lo invisible. Más profundo, te nombro. Te toco y sueño lo imposible;
Desde que los árboles crecen sobre nubes, tu sol calienta, frío, mojado, con el mismo pincel inscribe todas las estaciones y traza bellos arcos como juncos, piedras de oro y un vasto cielo desploma el suelo de mis pies;
No lloro más
Antes, cierro los ojos despavoridos de tanto sentir la escritura de nervios. Me paseo un instante, perturbando elegías, oliendo perfumes de extraños y el momento mismo de unos labios llega como deseo de Dios, cometa fugaz a la hora 12 avanzado el día;
Tejiendo un cielo con nido de araña, con selva incierta, que me ciega del mundo y me acerca de nuevo. Aquí, dijiste polvo y tu entonada risa lanzó una flecha, noche tras noche;
Vertiendo una seña y esparciendo el aire, los trozos del alma fijan miradas que atraviesan unas tras otras edificios de hierro, en el corazón mismo que me asfixia de un peldaño, un suspiro, y casi me convence de estremecerme de nuevo;
No lloro más
Arianna Bañuelos Zetina