Arianna Bañuelos Zetina(AVES LIBRES)
1
-“Hoy quizás, le demos de comer a las aves”. Dos mujeres se visten y suelen hablar desnudas.
Si quisieran lanzarse a esa obra inmaculada llamada “transversalidad”;
el amor como recuerdo de la rosa límpida;
el momento como asalto en una mesa con café, discretamente susurrando, sin hablarse;
en voz baja, para simular un cuarto estrecho sin ventanas;
en voz alta, para hablar adentro de un capullo, a mitad de un nido con espectro de luciérnaga;
a tientas, para caminar a solas sin oírse, bosque descalzo, silencio arrojado a la espuma de sus labios virginales;
a prisa; como niños esperando a un costado del mar y las olas con suspiro de lluvia…
2
Bastaría un alma, un trazo delicado para dibujar una escalera. ¡Vaya cortesía de ciegos!: el viento lleva cicatrices y de vez en cuando grita:
“Suelten las manos”. El tiempo exige cuerpos con señales de arrancar. Eternos luchadores de sus agresores, violadores y asesinos.
Un beso rendido al océano y una estrella que vele noches junto al cuerpo
(yo me perdí en los rostros de mi infancia cuando aprendí a callar).
“Sueñen otro día”. Más allá de los labios, cenizas danzantes. Tu voz al otro lado es una calma de lluvia impávida, serena, calor de piel en mi fogata.
“Liberen cuerdas”. Esta filtración encadenada no es un juego. Hay piedras que son corazas, hielos en el agua, repetición y espacio faltante de la nada.
Y este desafío muerte a muerte, el capullo de la tranversalidad…
3
Después de haber recorrido el Paraíso de la Muerte sin sombrero;
Ahogado mi cuerpo en agua caliente, renunciando a mis poderes infrahumanos, telón de un anfiteatro con máscaras a mi costado;
Terminado un número de cuenta-copas, cuenta-lágrimas, la voluntad endémica de la impotencia: mi cuerpo inmóvil al final de un sendero;
Callando. La obscuridad en forma de árbol, se desvanecen los miedos cuando te viera así sonriendo. Crece una hoja con forma de piano; un teclado blanco y un sonar pausado;
Volviendo. Esta nostalgia me invade como pirámide egipcia de explicación incógnita. Como polvo pasa y la imaginación intacta, con sed de tiempo;
Atento. Me duele pues este escenario; dormido en la tierra sin oír. Atento a tus ojos resurrectos que contrastan con mi pulmón ahogado, movimiento para fijar un escenario hincado;
Venciendo. Tus cabellos llevan mi figura inexperta, arrastrada como títere de un vuelo sin riendas. Bajo tus alas de ángel espero, en resignada escucha;
Callo. Cuentan las horas.
Empero el día de soñar ha sido…
4
El ruido de esta puerta es un temor de nada.
La ruptura de un espejo es un oasis, verso sacrificado con asombro, sin violencia.
¿Qué es la vida, sino un conjunto de hormigas que nos devoran con fiereza?
Esta sociedad, con sus manos puntiagudas lanza un gemido:
¿Quién oye un rumor de cuerpos insertados en la nada?
¿Quién desviste como un mago, un todo desnudo de horas, cuando hay almas que deambulan solas?
No hay nada.
Todo es un infinito respiro de paz.
El silencio le dijo a Dios: VEN…y Dios le dio a las aves de comer.
5
Basta cerrar los labios y morir de una vez, para no tener que repasar tu rostro cada noche.
Basta el mar, y las olas impasibles para navegar. Sufrir de esa manera la distancia de otra ola; la calma como espacio de otra ansiosa vida, un beso para el día de mañana.
Basta recorrer el frío de mis dientes para recordar el calor de tus labios y la sensación de mi cuerpo entre el espacio de un suspiro y un latido; como golpe al cielo, la fuerza del mar contra una roca.
A veces el día se parece a la noche. No es necesaria la nostalgia de un suspiro, ni mis ojos hundidos con sed de luna o fijación de estrella. Cargo todos los días con la ausencia de tu cuerpo.
Paso las horas, que son nada en cuestión de tiempo, para saberte dormida en el reposo de mis brazos.
Pasan las hojas, que son pisadas en el bosque de un sueño tan profundo.
Pasa la vida, que es un ave de un capullo tan antiguo como el sueño mismo.