domingo, 26 de octubre de 2008

Hombre ilustre


…Es ese momento el que me asusta,

me incomoda la idea del advenimiento;

el día en el que ya no podamos preguntar por qué sucede lo que sucede,

y de tanto no encontrar respuestas nos volvamos piedras.


I
Siempre la muerte entrará en mis ojos
y tomará conciencia.
Viene donde la injusticia,
viene donde el mundo y el corazón respiran.

Es tal vez situarnos en el sueño próximo…


II
La mañana desvelada como trino de ave azul por mi ventana,
la suave melodía va y viene y no se detiene.
Cruza un tranvía con pasajeros remotos, cuestiona mi oído
solitario destino. Mi voz como la voz de hombre:
¿A dónde van presos si no los conduce el viento?
¿Hemos de mecer en medio de este arrobo?
Dos mitades como centenar de mares;
en la primera parte, la transfiguración acecha:
¿Nos uniremos al mundo? ¿Construiremos un Babel para llegar al cielo?
No tenemos ni rostros, ni en el aquí, ni en la ciencia que perfora piedras;
nos conduce el agua: hay edificios que se desnudan bajo el río
y se limpian contra la muralla abierta.
Una segunda curva filtra el agua nupcial, agua de habla:
“dime si la puerta de un mudo, más mortal que la muerte,
nos ha dejado su entrada libre bajo una “mano invisible” que nada mueve.”
Inocente día de octubre, hoy te iba preguntar si cruzaríamos el río.
Bajo los cuerpos de piedra frotando sus huesos, el ojo de nadie
te creía visible, vaivén, vaivén del agua que apacigua las horas…


III

Y no,
hemos dejado un día al descanso,
y no,
hemos hecho al hombre lobo, al hombre bestia,
bajo mi costado la sangre abrupta,
para el veneno en un ¿por qué?
¿por qué de las horas?¿cerrar los ojos, abrirlos?
¿soñar la conciencia? ¿sobrevivir inconscientes?
Corredores sin fin redentores,
ilustres de vidas con sudor de la frente.
“Ateos” que vieron la eternidad y por no dejarse beber se secaron.
Vagabundos de su intelecto; “enlightment” a costa del mundo.
Un pequeño instante del hombre en el centro,
universo perecedero. Juego suma cero, sin-artificios-.
¿A dónde va el hombre?
Sueño que borras con los ojos vendados. Nombra el vaivén,
vaivén condusse noi ad una morte.

IV
La guerra llegaría al final y se haría una:
nadie estaría dispuesto a oír los gritos que arrojaría el fuego,
movimientos que se mueven hacia adentro y sólo
eran cosas, vanas cosas.

Nadie necesitaría transformar el reloj del tiempo.
Ah, no estaba parado y tampoco andaba.
1984: un dictador y una masa;
vil infame destino de la orwelliana incoherencia:
¡Libertad! ¡democracia! ¡igualdad!
y sólo eran cosas, vanas cosas.

Porque, por más que sintiéramos,
lejanamente otros nos contemplan.
Ah, estábamos tristes, todo lo definitivo
tenía que ver con la partida…
ellos por un instante eran grandes hombres;
y nosotros viajeros, SOÑADORES del alma y del cuerpo.


V
¿Cómo vivir todas las vidas, todas las cosas,
todas las puestas del sol?
Tiene que ver con todo lo que nos faltó soñar;
toda la memoria y el revés de las cosas:
estas horas que no lloramos fueron historia.


Tu paz imposible tan posible en la Tierra.

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