Mujer. Te veo hoy. Siento entre mis dedos el lino de cada beso y el río de cada lágrima, arroyo blanco y una paloma de paz dormida junto a mí.
Te veo entre pájaros y avellanadas. Tu miel sale del álamo nocturno, del piano inteligente como búho de música sombría. Con su sonido de eco, con su profundidad que sienten mis oídos reloj de arena.
He visto con nostalgia un pecho de mi madre y otro que admiro en la bella mujer.
Tus labios, cuando sonríes, son dos huéspedes de mi persona.
El primero es tu rostro viejo, donde mi cara recuesta sus horas de tiempo infantil.
El segundo es mi alma que ha hecho del cielo un recorte de revistas Post-it. El futuro del pasado es nuestra muerte en la primera hora, alba, primavera es otra vez otoño.
Mujer
Mujer blanca como la noche. Mujer negra como el hoyo que no tiene fondo…
HASTA AHÍ. Donde mi orgasmo se conjure en tu sonrisa. Ahí en el polvo. Ahí en la mordedura de un ángel corpóreo con llamas de piel, con besos de tierra, con ojos de otro mundo solitario,
Dios tiene manos de mujer.
Si no, ¿cómo es que consolaría el llanto de sus hijos y daría a la tierra el placer?