martes, 29 de julio de 2008

the greatest heart...


My name is Nick Vujicic and I'm 25 years old. I was born without arms or legs and given no medical reason for this condition. Faced with countless challenges and obstacles, God has given me the strength to surmount what others might call impossible. Along with that, the Lord has placed within me an unquenchable passion to share this same hope and genuine love that I’ve personally experienced with more than two million people all over the globe. Traveling extensively to over 19 nations, I've been extremely humbled by the continuous opportunities that the Lord has given me to share my testimony along with the hope that I have in Jesus with people in so many nations and situations. My greatest joy in this life is to introduce Jesus to those I meet and tell them of His great desire to get to know them personally by allowing Him to become their Lord and Savior. One of my favorite scriptures from the Bible is Psalm 139:17-18 that says, "How precious to me are your thoughts, O God! How vast is the sum of them! Were I to count them, they would outnumber the grains of sand.” God has used me to let people know in countless schools, churches, prisons, orphanages, hospitals, stadiums and in face-to-face encounters with individuals how very precious they are to God. Secondly, it’s my pleasure to assure them that God does have a plan for their lives that is purposeful. For God took my life, one that others might disregard as having any significance and filled me with His purpose and showed me His plans to move hearts and lives toward Him. Understanding this, though faced with struggles, you can overcome too. Be encouraged today as you read this promise from the Lord found in Jeremiah 29:11 of the Bible,
"For I know the plans I have for you, declares the Lord, plans to prosper you and not to harm you, plans to give you hope and a future."

viernes, 25 de julio de 2008

nuevas generaciones...


El país se quema, pero aún, no puedo prestarle atención a medias. Mi verdadera atención está vuelta hacia adentro, hacia la palabra, la palabra que designa a la persona que me crece dentro. Una ocupación ignominiosa; sin duda, pensar que el mundo allá afuera se ha vuelto más agresivo. Antes, en la edad de la memoria, los padres de la calle pedían limosna por compasión y alzaban sus manos con tristeza. El día de hoy, me ha parecido que los hijos de la calle son diferentes, se han vuelto a la edad de hierro. Sin el menor remordimiento caminan en círculos inmisericordes para ejercer su oficio. Y sin embargo, no puedo evitarlo, me anticipo a los hechos: desvío la mirada para que ellos no me observen primero. No sé cuál es la mejor respuesta, si la ignorancia o el grito desesperado: ¡No me miren! No tengo nada que ofrecerles, ni siquiera una sonrisa. Me dan miedo, por eso no los miro, los ignoro. Me da miedo esta sociedad y sus calumnias. Pensar que no hay remedio, que nacerán y morirán en la pobreza. Antes se podía observar tranquilamente desde el parabrisas y todavía existía una ligera compasión guardada en la distancia. Se aceptaba el hecho diferente y se comentaba la desgracia a “ras del suelo”. Ahora no hay tiempo; ellos nos acechan, tienen la culpa cargada de una generación de antaño, acumulada con una mezcla sin cuidado. Son malos, los niños de la calle no arden pidiendo por ayuda, no esperan recibir tampoco nada. Se han acostumbrado al oficio: crecieron sin inocencia, deambulando las calles como moradores del silencio. Y nunca nos dimos cuenta en qué momento la vida les robó ese pedazo de conciencia. Como descorazonados, los niños ya ni son conscientes de su situación precaria; sobreviven una existencia sin merodear, sin cuestionar. Lo más lamentable es que esa indiferencia también nos contagia a “nosotros”, los aledaños. Es ese momento el que me asusta, me incomoda la idea del advenimiento, el día en el que ya no podamos preguntar por qué sucede lo que sucede, y de tanto no encontrar respuestas nos volvamos piedras. Una parte ya ha sucedido, un momento de este día en que me distraje y ya tenía a cinco fieras atacando mi parabrisas. Se nos fue el tiempo, y nos sobrevino la guerra. Pero ya ni siquiera podemos llamarle por su nombre, ese monstruo llamado “ignorancia” se ha convertido en el pan de todos los días.


Niños de hierro, he pensado…Es la edad del hierro. ¿Cuánto falta para que llegue el turno de regresar a las edades más amables, la edad de la arcilla y la edad de la tierra? Una matrona espartana, con el corazón del hierro, criando hijos guerreros para el país. Estamos, vuelve a casa con tu escudo o vuelve encima de tu escudo".

J.M. Coetzee, La Edad del Hierro.

martes, 22 de julio de 2008

but a batch of convulsiveley written reminiscences


I wander all night in my vision,
Stepping with light feet....swiftly and noiselessly
stepping and stopping,
Bending with open eyes over the shut of sleepers;
wandering and confused...lost to myself...illasorated...contradictory,
pausing and gazing and bending and stopping.
How solemn they look there, stretched and still;
how quiet they breathe...
.
...But I too announce solid things
.
...Then my realities; what else is so real as mine?
.
W.W. 1855

lunes, 21 de julio de 2008

the end i know not, the urge, the ardor, the unconquerable will


Come, said my Soul,
Such verses for my Body let us write (for we as one,)
That should I after death invisibly return,
or long, long hence, in other spheres,
There to somo group of mates in chants resuming,
(Tallying Earth's soil, trees, winds, tumultous waves,)
Ever with pleas'd smile I may keep on,
Ever and ever yet the verses owning- as, first, I here and now,
Singing for Soul and Body, set to them my name.
(W.W, 1891-92)
...O daring job, but safe! are they not all the seas of God?
O farther, farther, farther sail
.

domingo, 20 de julio de 2008



Vuelvo a ti, soledad, agua vacía,

agua de mis imágenes, tan muerta,

nube de mis palabras, tan desierta,

noche de la indecible poesía.



Por ti la misma sangre —tuya y mía—

corre al alma de nadie siempre abierta.

Por ti la angustia es sombra de la puerta

que no se abre de noche ni de día.



Sigo la infancia en tu prisión, y el juego

que alterna muertes y resurrecciones

de una imagen a otra vive ciego.



Claman el viento, el sol y el mar del viaje.

Yo devoro mis propios corazones

y juego con los ojos del paisaje.



Junio me dio la voz, la silenciosa

música de callar un sentimiento.

Junio se lleva ahora como el viento

la esperanza más dulce y espaciosa.



Yo saqué de mi voz la limpia rosa,

única rosa eterna del momento.

No la tomó el amor, la llevó el viento

y el alma inútilmente fue gozosa.



Al año de morir todos los días

los frutos de mi voz dijeron tanto

y tan calladamente, que unos días

vivieron a la sombra de aquel canto.



(Aquí la voz se quiebra

y el espanto de tanta soledad llena los días).



Hoy hace un año, Junio, que nos viste,

desconocidos, juntos, un instante.

Llévame a ese momento de diamante

que tú en un año has vuelto perla triste.





Álzame hasta la nube que ya existe,

líbrame de las nubes, adelante.

Haz que la nube sea el buen instante

que hoy cumple un año, Junio, que me diste.



Yo pasaré la noche junto al cielo

para escoger la nube, la primera

nube que salga del sueño, del cielo,



del mar, del pensamiento, de la hora,

de la única hora que me espera.

¡Nube de mis palabras, protectora!





Horas de Junio, Pellicer.

martes, 15 de julio de 2008

Relatos de A.

(2)

Sigo buscando entre papeles alguna biografía de ti, para comprobar que alguna vez te conocí. Es verdad que las personas cambian con el tiempo, pero quisiera que se detuviera una constante tuya, esa esencia que sé que no se escapa, que sigue preñada en el aire viejo que solemos respirar cuando nos detenemos a pensar. Los días que te vi partir, las palabras se llenaron con frases tuyas como: vivir senza preoccupazioni, pero no soy de esas personas que se les resbala el viento; yo me desplazo entre los ejes magnéticos con las emociones siempre de por medio. Mis recuerdos serían los primeros en divisarlas, como una constante que repetiría, una y otra vez, tu faz perdida, un mal sueño bebido a medias, un sorbo añejado de vergüenza. Nunca me dejaste verte, o quizás fui la primera y la única en mirarte. No me extraña que hayas huido de la intensidad y visceralidad tan características de mí. Pero no te preocupes, no has sido el único. Las personas a mi alrededor suelen asustarte de mi corazón porque al igual que el mar, es tan colérico, pasional, intenso, indescriptible, que no alcanzas nunca a entenderlo. Eso sí, a pesar de la fuerza de mis torbellinos, la gente no me olvida. Soy de esas personas que dejan en la memoria una huella imborrable; vuelve el tiempo y mi nombre queda petrificado en los sueños, en las miradas de los niños, en las palabras de los viejos. Por eso se me hace raro que no hayas vuelto. No sólo eso. Ya te distanciaste tanto, que a veces parece que hablo de ti como si fueras un exilio en el pasado. Escapaste, lograste pronunciar eso que yo llamo “desarraigo” del mundo. Te felicito porque esa palabra me resulta inalcanzable, no sé cuál es el precio de estar a mil leguas de tu propio ser, tan aislado y enajenado del pasado, en una isla desierta donde lo único que existe es el “hoy”, el “yo” y el cuerpo”. Yo lo intenté muchas veces; desenchufé primero los cables, me inventé unas alas artificiales e intenté volar, pero mis materiales eran artífices del mundo: me estampé con la pared, me envilecí de los engaños del bohemio y vagué como roída en las coladeras, busqué en todas las arenas, algún polvo mágico que tuviera la pócima perfecta para regresar mi inocencia y jamás lo logré. Después, cambié mi identidad; de ser la escoria pasé a ser la bestia, me asumí como tal una categoría superior para vengar mi sangre. Lo logré, hasta que estuve en el cenit del mundo y me sentí vacía. Entonces quise aventarme al precipicio. No de esa forma literal, pero sí de maneras más cobardes. La primera vez tomé pastillas, la segunda me accidenté intencionalmente en la carretera (hacia la nada), la tercera vi el mar azul, y esta vez pensé que era el fin porque descubrí una nueva belleza, una calma indescriptible que no puedo pronunciar con las palabras de ningún poema, el azul del mar antes mis ojos, quieto, vivo, impasible, soñador. Ese día me acordé de ti. Me acordé que siempre te amaría. Pero no logré el desarraigo (y espero jamás alcanzarlo); solamente evoluciono, mis maneras incondicionales de ver las cosas son cada vez más definibles. Así te recuerdo, con estos ojos.

Relatos de A.

Me atreví y recordé de nuevo cuando éramos apenas unos niños. Tú me enseñabas a comer pausado, como un padre que le enseña a su hija los primeros pasos. Me recuerdo anoréxica y débil, pero no pedía limosna; una mirada triste nada más, un camino de frágil corazón humano. Mi sombra inocente tenía una ingenuidad que podía abrazar incluso al más cansado, con esos labios vírgenes no contaminados, mis suaves manos alcanzarían los ángeles, rodearía de milagros al más necesitado, rebelde o incomprendido. Era el refugio cansado de mi sed. Como no podía lastimar al mundo, me lo tragaba todo; en el fondo tenía un dolor inmenso, una impotencia de no poder sacar el vómito; me lo tragué hacia adentro. Sentía una pequeña libertad al castigar mi cuerpo. Condenaba a mi madre en secreto; al menos, sentía que algo de esas heridas me pertenecían, los modales inequívocos eran míos, desligados de hipocresías y dobles vidas, me engrandecían sublimemente. La causa de ello, es que nunca entendí los golpes, pero tampoco nunca hablé de ellos. Sentía que la cuestión no era tan visceral, tan inoportuna. Al fin y al cabo era bonito cuando se acordaba de mi nombre; manteníamos esa dirección infame (victimario-agresor). ¿Sabes algo? Sigo siendo masoquista, se me quedó la calumnia de las quemaduras, las palabrotas, la espesura de la piel y los golpeteos. Me excita cuando alguien me llama por mi verdadero nombre: ¡Arianna!, respondo como en los buenos tiempos, esperando no el castigo, el premio al buen alumno. Es el prodigio del siglo. Por eso te amé tanto. Me decías: come un poquito, si quieres yo te ayudo. Te veía contento mientras yo mordisqueaba el platillo. Más bien te complacía y seguía con mis ojos tus malos gestos, tristes de impotencia, mejor callados para no dar cabida a la desesperanza. Claro que me hubiera gustado que te enojaras, por eso dejaba de morder, provocaba tu mirada seria, necesitaba una sacudida, para que después nos reconciliáramos, y que de ese abrazo eterno contrastado con la furia, surgiera algo distinto. Quizás la calma, la esperada paz que se valora como oro después de una guerra prolongada. Esperaba impaciente que llegara la turbulencia: hubiera deseado que me gritaras, pero nunca lo hiciste. Tu manera de amar era distinta (y perdóname) pero yo no conocía los buenos modales ni ese hablar pausado. Sin embargo, me parecías tierno, amé tu paciencia para aguantar mis llantos y mis súplicas; pero siempre resultaste inalcanzable para mí, tan sereno que tu tranquilidad me impacientó los nervios; nunca te llegué a conocer. Quizás sólo fuiste cortés, pero a mí me mostraste el mundo. Apropié nuestros ojos tan llenos de lágrimas. Había segundos en que olvidábamos nuestras penas y ya no éramos los de antes. Ya no éramos unos niños, dejamos de serlo cuando empezamos a soñar. Los niños no sueñan, viven el surrealismo. Nosotros si soñábamos, siempre encontrábamos fugas alternas a esta sociedad. Teníamos momentos de silencio, y eso nos pertenecía. Nuestro pequeño balcón era el sueño. Dos sabores en la tierra, unas luces sombrías capaces de iluminar al mundo.

lunes, 14 de julio de 2008

Hour: heure: ore: hora: la hora exacta es universal


La mañana desvelada como trino de ave azul por mi ventana,
la suave melodía va y viene y no se detiene.
Cruza un tranvía con pasajeros remotos, cuestiona mi oído
solitario destino, mi voz como la voz de hombre:
¿A dónde van presos si no los conduce el viento?
¿Hemos de mecer en medio de este arrobo?
Dos mitades como centenar de mares;
en la primera parte, la transfiguración acecha:
¿nos uniremos al mundo, construiremos un Babel para llegar al cielo?
No tenemos ni rostros, ni en el aquí, ni en la ciencia que perfora piedras;
nos conduce el agua: hay edificios que se desnudan bajo el río
y se limpian contra la muralla abierta.
Una segunda curva filtrada de agua nupcial, agua de habla:
“dime si la puerta de un mudo, más mortal que la muerte,
nos ha dejado su entrada libre, bajo una “mano invisible” que nada mueve.”
Inocente día de julio, hoy te iba preguntar si cruzaríamos el río.
Bajo los cuerpos de piedra frotando sus huesos, el ojo de nadie
te creía visible, vaivén, vaivén del agua que apaciguas las horas…


Y no,
hemos dejado un día al descanso, y no, hemos hecho al hombre lobo, al hombre bestia, bajo mi costado la sangre abrupta, para el veneno en un ¿por qué? ¿por qué de las horas?¿cerrar los ojos, abrirlos? ¿Soñar la conciencia? ¿sobrevivir inconscientes? Corredores sin fin redentores, Ilustres de vidas con sudor de la frente. “Ateos” que vieron la eternidad y por no dejarse beber se secaron. Vagabundos de su intelecto, “enlightment” a costa del mundo, un pequeño instante del hombre en el centro, universo perecedero. Juego suma cero, sin-artificios-.

¿A dónde va el hombre?
Sueño que borras con los ojos vendados. Nombra el vaivén,
vaivén condusse noi ad una morte: cuando mueres naces.

sábado, 5 de julio de 2008

Espuma tu cuerpo


Tu orgasmo es como el crepitar del mar;
momento en que se oyen las olas chocar
y la calma viene con la espuma de tu suavidad.

Tu sexo es invisible en el amor,
sabe a olas revolcadas,
sales de tiempo en oxígenos de vida,
instantáneas brisas en tu nada algo, en tu nada ser.

Tu espiral clitoriana es encender el cuerpo,
indagar mi alma al conocer tu orbe,
roce que recorre aguas bajo el mismo
aire, tu respirar de orquídeas, sin temer.

Tu cielo frente a mi baño de avatares rosas,
el húmedo vapor sorprende, ¿Cómo decir que sueño?
Me inunda el agua viéndote desnuda,
mi corazón se incendia si despierto el mar.

Tu recóndito labio que encuentro prisionero,
prófugo de la suerte contra nada, basta una ola
para tu belleza soñar, única sombra bajo el mar.

jueves, 3 de julio de 2008

1891-92 (Whitman) : 2008 (myself, or at least the song of myself)

(de este lado)
--Debe ser esta obstinación, de repente, tan súbita en mi cabeza,
encontrar por algún milagro una voz ausente,
saber que la poesía es imborrable palabra en la frente;
te esperaba siglos y estuvimos sentados
la misma noche, bajo una lágrima espejeante.

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(the other side)
Camerado, this is not book.
Who touches this touches a man,
(Is it night? are we together alone?)
It is I you hold and who holds you,
I spring from the pages into your arms-decease calls me forth.
O how your fingers drowse me,
Your breath falls around me like dew, your pulse lulls the
Tympans of my ears,
I feel immerged from head to foot,
Delicious, enough.
Enough O’ deed impromptu secret, Enough O ‘glidging present.
Enough O summ’d-up past.
Dear friend, whoever you are take this kiss,
I give it specially to you, do not forget me,
I feel like one who has done work for the day to retile for a while,
I receive now again for my translation, from my
Avatars ascending, while others doubtless await me,
An unkown sphere more real that I dream’d, more direct,
Darts awakening rays about me, So long!
Remember my words, I may again return,
I love you, I depart from materials,
I am as one disembodied, triumpanth, dead.